martes, 22 de julio de 2014

Declaración de intenciones

"Contempla con ojos radiantes el mundo que te rodea, porque los mayores secretos se esconden siempre donde menos se piensa. Quien no cree en la magia, nunca la encontrará."
- Gustave Flaubert


Confieso ser un humano impecablemente imperfecto. He caído en incontables ocasiones, tantas que procuro llevar conmigo rodilleras a mano siempre. A lo largo del camino la vida me ha enseñado toda suerte de piruetas y cabriolas, a veces me tomo tales deslices con humor, y me río de mis propias tropiezos. A veces el suelo es mucho más áspero, frío y duro. Sin embargo la vida es generosa conmigo y me ha dado los mejores amigos del mundo, personas con corazones ardientes y compasivos dispuestas a ofrecerme consuelo y cariño aún cuando yo no lo guardaba ni para mí, y amorosas collejas cada vez que las necesito.

La última vez que tropecé hice trampa empujado por el miedo. Creí que podría huir de aquel dolor, me sentía incapaz de soportarlo. Traté de envolverlo en placenteras evasiones, maquillarlo con mentiras autocomplacientes. ¿Acaso no lo hacía todo el mundo? Aterrado por la sombra que me cubría irremediablemente, estaba rehuyendo de mí. Los miedos y frustraciones empezaban a acumularse en una mochila que pesaba cada día más. No quería preocupar a nadie, y sin embargo estaba consiguiendo todo lo contrario. Me sentía culpable pero incapaz de nadar en contra de una corriente de profunda y silenciosa angustia, demasiado ensimismado para reaccionar, envuelto en una tristeza que me paralizaba. Cuando el peso de esta carga se me hizo insoportable, pensé entonces en coger el petate y largarme. Empezar de cero, pero... ¿hacia dónde huir? no existe la tierra prometida en un planeta asolado por guerras, hambre, injusticias y apatía.

A pesar de mis errores mis amigos estuvieron ahí,  con sumo amor y paciencia me tendieron sus manos y lentamente me levanté de nuevo. Descubrí entonces que la resignación no puede ser una alternativa, pues duele más la consciencia de un corazón que se sabe ignorado, fragmentado y olvidado en un nostálgico cajón. Las agujetas de sonrisas grises, memorizadas, artificiales. Dirigidas a seguir el guión de un macabro teatro de realidad, que cualquier penitencia a esta humilde vasija que llamamos cuerpo. Frente a la indiferencia de un mundo distraído que me cala los huesos como las implacables lluvias de mi lejano Valparaíso, no puedo más que hacer lo único que se me da bien: rebelarme y gritar cuestionándome el por qué. Perdonadme madre y padre míos, criasteis un niño curioso.

Esta es mi cueva, un pobre atisbo que asoma de los vastos e inabarcables reinos que todos llevamos dentro. En el Parnaso no hay cámaras ni paternales controles; sólo os juzgará vuestra consciencia, por eso será de suma importancia nutrirla. De eso se encargará un servidor; recordad que compartimos viaje, todos estamos aprendiendo. Dicen que hay que saborear primero lo amargo para disfrutar mejor de la miel. ¿Os Atreveréis a adentraros en la cueva del oso aprendiz de la liebre de marzo? Dadme la mano, pero antes hermano por favor vacía los bolsillos de prejuicios e ideas preconcebidas, pues la realidad supera con creces cualquier fantasía Kafkaiana. Danzaremos el baile de la locura para mantenernos cuerdos. Que no os inquieten las miradas desconfiadas de aquellos que no oyen la música. Jodorowsky dice que los pájaros enjaulados creen que volar es una enfermedad.

La presente es pues, la tormentosa búsqueda de un ser, pero... ¿qué buscamos? no se puede describir más que con una sola palabra: verdad. Verdad para contrarrestar los engaños, verdades que nos consuelen en esta odisea de la vida. Este blog sólo pretende ser el desahogado aullido de un lobo estepario en la noche del alma del mundo. Coraje hermanos, zarpamos en la nave del logos y el viaje no ha hecho más que empezar. Las maravillas compensarán los pesares, palabra de oso.

Va por vosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario